Jorge Civis formó parte del variopinto elenco de profesores que durante la segunda mitad de la década de los 90 asistió nuestra formación en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Salamanca.
Su actividad docente e investigadora se entrelazó desde siempre con diferentes cargos y puestos de relevancia en muchas entidades y sociedades científicas, tanto en nuestra universidad -donde se doctoró en 1975- como en muchas otras dentro y fuera del país. Destaca la presidencia de la Sociedad Geológica de España o, en los últimos años, la responsabilidad de presidir el Instituto Geológico y Minero de España, experiencia esta última que abandonaba recientemente para disfrutar de un merecido descanso sabático en el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid.
De una vitalidad inusual, Jorge nos acompañó por media España en aquellos viajes iniciáticos en busca de restos paleontológicos. Despertaba sin apenas esfuerzos la curiosidad no solo profesional sino también vital por las ciencias de la Tierra. De una profunda humanidad y empatía, sus brillantes lecciones sobre la tarima o subidos a una peña eran irrepetibles. Acudimos como oyentes a algunas de sus clases e, incluso, nos invitó a viajar en alguna ocasión con otros alumnos a conocer sus queridos Pirineos. Montañas que amaba con locura y que además le vieron nacer. De hecho, las últimas conversaciones que tuvimos fueron de agradecimiento a sus convecinos por un reciente reconocimiento en su tierra natal: La Pobla de Segur.
Como jóvenes e inquietos estudiantes que éramos entonces, tenemos que reconocer que no alcanzábamos a ser conscientes de la relevancia de Jorge dentro del ámbito científico y académico. Aquel profesor con acento catalán que nos anonadaba en sus clases de paleontología tenía una merecida cátedra que ostentaba desde el 81. Ello no le impidió tratarnos tal vez con la cercanía, naturalidad y cariño necesarios para implicarnos en el arduo y complejo estudio paleontológico, rico en términos y nomenclaturas. Recordamos con asombro su clarividencia y retórica, sin duda, unas cualidades que solo él sabía entrelazar con un amplio anecdotario de forma natural y con un humor siempre inteligente. Pero también nos acordamos ahora con mucho afecto y cariño de Maruja, su inseparable compañera de viaje y también nuestra profesora del Departamento de Geología.
Hoy le tenemos que despedir. Compartíamos con él hace unos meses el viaje anual que los geólogos españoles brindan a la sociedad. El Geolodía, una propuesta divulgadora y amplificadora de los valores que Jorge siempre defendió e impulsó desde una profunda convicción: la de seguir acercando la ciencia geológica a la ciudadanía aunque fuera desde las más altas instancias.
Gracias Jorge. Sit tibi terra levis.
Jerónimo Jablonski
Jerónimo Jablonski